
Adiós a Enriqueta Duarte, la nadadora que venció al Nahuel Huapi
Fue la primera mujer latinoamericana en cruzar el Canal de la Mancha y la primera en nadar el lago Nahuel Huapi. Su legado marcó para siempre la historia del deporte.
El frío nunca fue un obstáculo. Para ella, el agua era una patria personal, un territorio íntimo donde se sentía invencible. Murió Enriqueta Duarte, pionera de la natación en aguas abiertas, olímpica, docente, madre, y la primera persona en cruzar a nado el lago Nahuel Huapi. Tenía 95 años. La noticia de su fallecimiento fue confirmada por el Comité Olímpico Argentino, que la despidió como lo que fue: una de las grandes heroínas del deporte nacional.
“La Dama del Nahuel Huapi” no solo había conquistado las aguas heladas del sur. En 1951, se convirtió en la primera mujer latinoamericana en cruzar el Canal de la Mancha, completando los 35 kilómetros en 13 horas y 26 minutos. Fue el punto más alto de una trayectoria que desafió los límites del cuerpo, del género y del tiempo.
Nació el 26 de febrero de 1929 en el hospital Rivadavia de la ciudad de Buenos Aires. Se crió en el barrio de Palermo, junto a sus padres, Enriqueta Ibarra García y Roque Duarte, y su hermano Jorge. Aprendió a nadar a los nueve años en el Club Obras Sanitarias, donde trabajaba su papá. Rápidamente mostró talento. A los 12 años ganó su primera competencia interna, en estilo pecho, y un entrenador le sugirió a sus padres que la integraran al equipo de competición.
Desde entonces, su familia reordenó la vida para acompañarla. Fue capitana del equipo de natación del Normal Presidente Roque Sáenz Peña, y se llevó los títulos intercolegiales en 1944, 1945 y 1946. Ese último año, ganó campeonatos nacionales en todas las categorías y viajó por primera vez al exterior para competir en el Sudamericano de Río de Janeiro.
En 1948, con solo 19 años, participó de los Juegos Olímpicos de Londres, representando a la Argentina en los 100 y 400 metros libres y en la posta 4x100, donde obtuvo el décimo lugar. En el agua, ya era una figura. Afuera, comenzaba a formarse como docente, luego como esgrimista y finalmente como estudiante de Derecho.
Fue en ese contexto en que, con el impulso de la prensa británica, surgió una nueva posibilidad: el cruce del Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Francia. Se inscribieron más de 1500 nadadores, pero solo se habilitó el ingreso de 20. Entre ellos, Enriqueta. La travesía fue dura: mar agitado, frío extremo, corriente impredecible. Sin embargo, completó el trayecto y estableció un nuevo récord sudamericano, superando a figuras como Albertondo y Carpio.
El cruce del Nahuel Huapi
Años después de haberse retirado para formar una familia y criar a sus tres hijos, decidió volver. En 1962, ya con experiencia internacional, comenzó a entrenar para una exigente carrera de aguas abiertas entre Miramar y Mar del Plata. Durante ocho meses se sometió a un régimen físico extremo. Pero la prueba se derrumbó por un escándalo.
Enriqueta y su padre, que era cronista deportivo y parlamentario, se enteraron de que en la edición anterior de esa carrera, un nadador egipcio había sido víctima de fraude. El organizador manipuló la llegada para favorecer a su propio hermano, y el egipcio —miembro de los Cocodrilos del Nilo y viejo compañero de Enriqueta en el Canal— fue despojado del premio. La federación internacional sancionó la prueba y la dio por muerta. Para ella, fue una gran decepción.
Pero su padre, eterno generador de oportunidades, le propuso una idea aún más audaz: cruzar el Nahuel Huapi, algo que hasta entonces nadie había logrado. El intendente de Bariloche, Norman Campbell, se lo había ofrecido como desafío, e incluso prometió un lote si lo conseguía. “Papá, decí que sí”, respondió ella sin dudar. “No estoy entrenada para el frío, pero sí para nadar”.
El 28 de febrero de 1963, un día después de su cumpleaños, Enriqueta viajó a Bariloche con sus padres y sus tres hijos. No había neoprene, solo malla, gorra y antiparras. La temperatura del agua era brutal. Ya lo habían intentado entre 40 y 50 nadadores antes que ella, pero la mayoría no duraba más de diez minutos.
A las pocas horas de estar en la ciudad, y con el apuro de una travesía improvisada, Enriqueta se zambulló. La dejaron en un lugar equivocado y debió nadar 8 kilómetros extra solo para alinearse con el Centro Cívico. La distancia prevista era de 10, pero terminó haciendo 18 kilómetros en 2 horas, 54 minutos y 4 segundos. La ovación en la costa fue total. Bariloche acababa de adoptar a una nueva hija.
Una vida entre aguas
A partir de esa proeza, el Nahuel Huapi se convirtió en parte de su historia. Enriqueta volvió a cruzarlo cuatro veces más, y en 1965 hizo lo mismo con el lago Lácar. Durante las décadas siguientes participó y ganó competencias master nacionales e internacionales. Entre 1985 y 2006 acumuló títulos en torneos sudamericanos, panamericanos y mundiales. En 1998, cruzó los ríos Orinoco y Caroní en Venezuela, superando a 600 nadadores y llegando primera en su categoría.
Cada vez que podía, volvía a Bariloche para acompañar a los participantes del Cruce a Nado del Nahuel Huapi, donde era una figura venerada. En 2015, fue declarada Huésped de Honor de la ciudad. “Nadar en el Nahuel es distinto a todo. El cuerpo sufre, pero la mente puede más”, dijo alguna vez.
Representó a Racing Club, fue profesora ad honorem de natación, madre, pionera y ejemplo. Su vida es parte de la historia del deporte argentino, pero también de la cultura de un país que muchas veces no supo reconocer a tiempo la magnitud de sus verdaderos héroes.
El Comité Olímpico Argentino la despidió con un mensaje austero y preciso: “Lamentamos el fallecimiento de Enriqueta Duarte, atleta olímpica y pionera de la natación argentina”. Y aunque las palabras no bastan para dimensionar su legado, sirven para recordarnos que hubo una vez una mujer que desafió al Canal de la Mancha y venció al Nahuel Huapi sin más armas que su coraje, su brazada firme y su espíritu invencible.
