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Vivir bajo las sirenas: el testimonio de un barilochense en Israel durante los ataques de Irán

Daniel Grunblatt, argentino en Israel, relata su experiencia bajo ataque iraní: alarmas en plena madrugada, refugios obligatorios y una vida que no se detiene ni con misiles.

Vivir bajo las sirenas: el testimonio de un barilochense en Israel durante los ataques de Irán

Daniel Grunblatt, argentino en Israel, relata su experiencia bajo ataque iraní: alarmas en plena madrugada, refugios obligatorios y una vida que no se detiene ni con misiles.

Modi’in es una ciudad nueva. Fundada en 1995 entre Tel Aviv y Jerusalén, no suele aparecer en los radares de los grandes conflictos bélicos de Medio Oriente. Sin embargo, en los últimos días, la calma aparente se quebró abruptamente para Daniel Grunblatt, un consultor en Sistemas con pasado en Bariloche, que desde hace años reside allí. “Nos sorprendió. Sonaron las sirenas. Pensamos que era un ataque más desde Yemen”, recuerda. No lo era. Esta vez, los misiles venían directamente desde Irán.

Grunblatt revive esa madrugada con precisión quirúrgica. “Era viernes a las 3 AM. Acá el fin de semana empieza los viernes por el Shabat, así que la gente suele acostarse tarde. De golpe, nos llegó una alerta al celular que te aturde, aunque esté en modo ‘no molestar’. Decía: ‘Emergencia, entren todos a los refugios’. Al principio creímos que era un ataque menor, como otros anteriores. Pero las redes sociales no reportaban nada. Ahí nos enteramos: venía de Irán”.

La comparación con otros grupos de la región es inmediata y brutal: “Esto no es Nacional B, esto es Primera A. Irán no juega en la misma liga. Fueron más de cien misiles, balísticos, con hasta 500 kilos de explosivos. Uno de esos te puede destruir un barrio entero.

La vida cotidiana en Israel tiene sus propias reglas de seguridad. En Modi’in, cada departamento cuenta con una habitación blindada. Es una normativa impuesta desde la Guerra del Golfo: los refugios no son todos subterráneos o colectivos, sino parte de la vida doméstica. “Eso te da un minuto y medio para resguardarte. Si estás en tu casa, llegás sin problema. El problema es si te agarra en la calle: ahí buscás estacionamientos, puentes o, en el peor de los casos, te tirás cuerpo a tierra con las manos sobre la cabeza. Me ha pasado varias veces. No se lo deseo a nadie”.

Aunque la precisión defensiva israelí es reconocida en todo el mundo, la tensión no se disipa fácilmente. “Después de esa madrugada, nos quedamos despiertos toda la noche. Todo el país lo hizo. Era algo extraordinario. Prendimos la tele, seguimos las noticias. No sabíamos si iba a haber represalias. Más vale prevenir que curar”.

La ofensiva israelí logró, según Grunblatt, reducir considerablemente la capacidad de ataque iraní. Con el ataque preventivo, destruyeron entre el 40% y el 50% de los lanzadores. Aunque Irán tenga 2.000 misiles, no los puede lanzar todos a la vez”.

Una de las medidas que más sorprendió a la población fue el cierre del espacio aéreo. “Durante casi una semana no entró ni salió nada. Recién después habilitaron vuelos de emergencia. Para salir del país, ahora se puede hacerlo solo vía Jordania o Egipto”.

La vida sigue

A pesar del contexto de tensión y riesgo constante, la vida cotidiana se abre paso. La comunidad argentina en Modi’in encontró una manera singular de resistir: “Cada dos jueves nos juntamos a jugar al truco. No se suspende por nada. Ni los misiles lo logran”.

En esa pequeña ceremonia lúdica, se condensa toda una filosofía de vida en zona de conflicto: la rutina como acto de resistencia. Grunblatt lo resume sin dramatismo, pero con contundencia: “Sí, asusta. Pero también uno se prepara, aprende, y sigue. Siempre sigue”.

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