
Siempre sopa, siempre comunidad: la historia viva del Negro Currulef
Las autoras del libro que rescata la vida y legado del querido cura de Virgen Misionera compartieron anécdotas, emociones y reflexiones sobre un hombre que pensó siempre en comunidad y vivió para los demás.
*Por Fernando Núñez y Luca GG – entreVISTAS, Radio Con Vos Patagonia 89.5
Este sábado, entreVISTAS recibió a Graciela Belli y Adriana Raíces, autoras del libro “Todos los tiempos merecen ser vividos”, que relata la vida del padre Juvenal “Negro Currulef”, figura entrañable del barrio Virgen Misionera de San Carlos de Bariloche. En una charla cargada de emoción, memoria y compromiso, las escritoras compartieron anécdotas del cura que marcó a generaciones por su entrega, su humanidad y su vocación comunitaria.
“La historia nos eligió a nosotras”, confesó Graciela, al recordar cómo nació el proyecto. “No se trataba solo de escribir sobre un sacerdote. Era contar la vida de alguien que se convirtió en parte del alma del barrio. Juvenal Currulef no era un cura común. Era un vecino más, un compañero, alguien que abría su casa, su mesa y su corazón”.
Y si de abrir la mesa se trata, el Negro tenía un menú infalible. “Siempre te invitaba a almorzar —recordó Adriana—, y el menú era fijo: sopa. Siempre sopa. No importaba el día ni la estación. Sopa había”. Una simpleza que definía su forma de vivir, y también de cuidar.
Adriana remarcó además el proceso colectivo de escritura: “Nos encontramos con una comunidad que necesitaba contar, recordar, llorar y reír con las historias del Negro. Nos dieron fotos, cartas, anécdotas. Fue como armar un rompecabezas emocional”.
Durante la entrevista, ambas evocaron momentos entrañables. “Una vez, Currulef organizó una olla popular en plena nevada, y mientras todos esperaban que se suspendiera, él apareció con leña al hombro y una sonrisa. Nos decía: ‘Con frío no se reza, se cocina’”, contó Belli entre risas.
Pero también hablaron de su carácter fuerte. “No era una persona fácil”, aclaró Graciela. “Cuando se enojaba, yo me iba a caminar por el barrio hasta que se le pasara. Tenía su temperamento. Era muy querido, pero también había gente a la que no le caía bien. Nunca fue tibio, y eso a veces incomoda”.
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Si el Negro viviera hoy, ambas coinciden: estaría muy enojado con la realidad del país. “Pero no se quedaría quieto. Se enojaría, sí, pero al instante estaría pensando en qué hacer para cambiar las cosas. Siempre decía que la salida era la educación. Una vez se cruzó con un pibe que no había terminado la secundaria, y sin dudar dijo: ‘Pensemos cómo se puede solucionar esto. Necesitamos una escuela secundaria y la necesitamos ya’”.
Ese impulso no quedó en palabras. A través de la Fundación Gente Nueva, hoy existen once escuelas en la región. “Su legado educativo está vivo. Donde él vio una necesidad, imaginó una solución. Y la hizo posible”, subrayaron.
También recordaron la profunda espiritualidad del Negro Currulef. “La celebración de Pascua era para él un momento único. Hacía de esas fechas algo muy especial, con una emoción que contagiaba. Vivía la fe desde la alegría, desde el encuentro, no desde el dogma”, destacó Adriana.
Todo en su vida estaba guiado por un concepto de comunidad. “No creía en el individualismo, ni en la indiferencia. Decía que el otro no es una carga, sino una oportunidad de encuentro. Eso hoy se ha perdido mucho, y nos duele”, reflexionó Graciela.
El libro fue presentado en el Centro Cultural El Negro, ubicado en el corazón del barrio que tanto quiso y que ahora lo honra con su nombre.
Allí, vecinos y vecinas volvieron a encontrarse con su historia. “Ese día fue una mezcla de lágrimas y abrazos. Sentimos que él estaba con nosotras, como en esos tiempos en que todos los días merecían ser vividos”, concluyeron.
Todos los tiempos merecen ser vividos no es solo una biografía. Es un acto de memoria. Un homenaje a la entrega, a la educación, a la fe con los pies en la tierra. Y sobre todo, a la certeza de que, incluso en los momentos más difíciles, siempre hay lugar para construir comunidad.