La ciudad Escuchar artículo

La vida de un barilochense en Nueva Zelanda: fútbol amateur, tranquilidad y una hazaña ante el Auckland City

Desde Waiheke Island, Néstor Orrego cuenta cómo es jugar al fútbol en Nueva Zelanda, donde su equipo sorprendió al Auckland City, el rival que frenó a Boca en el Mundial de Clubes.

La vida de un barilochense en Nueva Zelanda: fútbol amateur, tranquilidad y una hazaña ante el Auckland City

Desde Waiheke Island, Néstor Orrego cuenta cómo es jugar al fútbol en Nueva Zelanda, donde su equipo sorprendió al Auckland City, el rival que frenó a Boca en el Mundial de Clubes.

Néstor Orrego (en el centro de la foto de portada) dejó los paisajes nevados de Bariloche para instalarse en una isla perdida en el mapa futbolero: Waiheke Island, a apenas 40 minutos en ferry de Auckland, la capital financiera de Nueva Zelanda. Allí encontró una vida atravesada por dos constantes: la tranquilidad económica y un fútbol que, en sus palabras, tiene “una diferencia abismal” con el argentino.

La historia de este barilochense cobró notoriedad hace pocos días cuando su equipo, el Waiheke United, eliminó nada menos que al Auckland City, campeón neozelandés y el mismo club que semanas después complicaría a Boca Juniors en el Mundial de Clubes. Aquel 2-1 por la Copa Chatham —una especie de Copa Argentina neozelandesa— encendió el orgullo del grupo de argentinos que desde hace años sostiene a pulmón este club isleño fundado en 1987.

“Ganamos, sí, pero hay que aclararlo: fue contra el equipo B del Auckland City. El plantel principal estaba jugando el Mundial de Clubes”, explica Néstor con la honestidad brutal de quien sabe que las épicas también tienen contexto.

Cuando compara el fútbol de su tierra con el de Nueva Zelanda, Orrego es tajante: “Nosotros nacemos con la pelota de fútbol y ellos con la de rugby. Esa es la raíz”. Lo que allá es sinónimo de vida, acá es apenas un entretenimiento sin grandes estridencias. “No van al choque, no hay mala intención. Para que te des una idea, en un partido que perdieron 10 a 0, el Auckland City hizo solo tres faltas”, relata, aún sorprendido.

La diferencia no es sólo técnica o física: es cultural. “Acá no se saluda con beso, no se abrazan, a veces ni te dicen hola. Eso se traslada a la cancha. No hay esa pasión que tenemos nosotros”, cuenta. Justamente por eso, la presencia de jugadores argentinos no pasa inadvertida: “Marcamos diferencia solo por nuestra raíz”.

Y la hinchada, claro, también es un fenómeno importado. “En la isla hay una barra que lleva bombos, bengalas, banderas... y eso deja a los locales boquiabiertos. Acá no están acostumbrados”.

La postal idílica de Waiheke —una isla de apenas 50 kilómetros cuadrados rodeada de playas y viñedos— tiene su contraparte en un fútbol completamente amateur. Cada jugador tiene otro trabajo. Nadie vive de esto”, explica.

Incluso los jugadores del poderoso Auckland City, que días atrás igualaron 1 a 1 con Boca Juniors en el Mundial de Clubes, no cobran un sueldo. “Lo que les dan son horas como coach, como un incentivo”, aclara.

El mercado de pases es, literalmente, inexistente. “Si te querés cambiar de club, te anotás en una página y listo. No hay transferencias, ni plata de por medio. El tercer arquero del Auckland City es nuestro arquero en Waiheke, cuenta.

De Bariloche al Pacífico Sur

Su vida también se mueve en otro ritmo. “Acá lo que encontrás es una tranquilidad muy básica, que es la económica. Con un trabajo de 40 horas semanales pagás alquiler, comida, y te sobra capaz más de la mitad del sueldo, detalla.

Eso sí, aclara que no es el paraíso financiero que muchos imaginan desde Argentina.No es que te llenás de plata. Todo es más caro porque todo está en dólares. No es que me vuelvo a Bariloche rico. Esto es por la experiencia y por vivir tranquilo, sin estar pensando en cómo pagar las cuentas”.

De hecho, en su último viaje a Bariloche, se llevó una sorpresa: “Salir a comer en Argentina es más caro que en Nueva Zelanda”.

Néstor en el centro de la escena ya desde su rol como supporter (hincha) del Waiheke.

Formado en los potreros de Bariloche y con años defendiendo la camiseta de la Universidad Fasta, Orrego se define como un mediocampista de marca: “Siempre jugué de cinco, pero más de roce que de creación”, aclara.

Desde su rincón en el Pacífico Sur, este barilochense demuestra que, aunque las distancias sean enormes y las culturas diferentes, hay algo que no cambia nunca: la pasión por la pelota.

Volver arriba