
Bariloche frente al espejo: el mapa fatal de la inseguridad vial y el desafío de revertirlo
A pesar de una leve baja en la tasa de víctimas fatales, un informe técnico expone los tramos críticos y vacíos en infraestructura vial. El 70% de los casos ocurren de noche y en los fines de semana.
Más de una tragedia por mes, en promedio. Un total de 76 personas murieron en siniestros viales ocurridos dentro del ejido urbano entre 2013 y 2024, según un riguroso estudio de la consultora especializada aMUn Movilidad Urbana. A pesar de cierta tendencia decreciente desde 2021, los datos revelan una estructura preocupante, marcada por concentraciones geográficas, franjas horarias críticas, vulnerabilidad social y un patrón de riesgo estructural que requiere acciones urgentes.
Según el último reporte de la consultora, entre 2013 y 2024 se registraron 76 víctimas fatales por siniestros viales en el ejido urbano de Bariloche. Si se suman los datos provisionales de 2025, el total asciende a 79 siniestros fatales, con un universo de 160 personas involucradas y 99 vehículos implicados.
Lejos de ser solo estadísticas, estos datos desnudan una realidad estructural: Bariloche tiene un sistema de movilidad inseguro, centrado en el automóvil y desprovisto de condiciones que protejan a los usuarios más vulnerables: peatones, ciclistas y motociclistas, que representan un 58% de las víctimas fatales.
Uno de los hallazgos más contundentes del estudio es la temporalidad de los siniestros. A contramano de las estadísticas nacionales, en Bariloche más del 70% de los hechos con víctimas fatales ocurren durante la noche o la penumbra, y más del 65% suceden entre sábados, domingos y feriados.
El cóctel es explosivo: baja visibilidad, velocidad inadecuada, fatiga, alcohol, distracción y calles mal iluminadas. Es decir, cuando la ciudad duerme, su sistema vial falla. En contraste, durante el día, el porcentaje de muertes se reduce drásticamente.
El imaginario colectivo suele apuntar al turista como responsable habitual de los accidentes. El informe de aMUn rompe ese mito con evidencia: más del 95% de las víctimas eran barilochenses. Además, del total de personas involucradas activamente en siniestros (peatones, ciclistas o conductores), solo 6 eran turistas.
Esto hace pensar en la necesidad de redefinir las estrategias: las campañas de prevención y educación vial deberían apuntar al comportamiento local, no al del visitante ocasional.
Pero los datos muestras que hay calles que matan más que otras. La avenida Bustillo, con su sinuosidad y velocidad, lidera el ranking trágico: 21 víctimas fatales. La Ruta Nacional 40 le sigue de cerca, con 15 muertes. En conjunto, ambas concentran casi la mitad de las fatalidades viales de la ciudad.
Pero el dato más alarmante es la concentración en tramos críticos: apenas 600 metros de Bustillo, entre los kilómetros 18,6 y 19,2, suman cinco muertos. En la avenida Esandi, donde se registraba que el 98% de los conductores superaban la velocidad permitida, la colocación de radares logró algo extraordinario: no volvió a haber muertos desde su implementación.
El informe advierte que el diseño vial de Bariloche mantiene fisonomías de ruta interurbana incluso en sectores urbanos. Sin veredas, sin iluminación adecuada, con banquinas descuidadas y velocidades elevadas, se vuelve un ecosistema hostil para todo aquel que no se mueva en automóvil.
La tragedia tiene edad, género y patrón. El 77% de las víctimas son varones, y más de la mitad tiene entre 15 y 34 años. En las motos, la desigualdad se acentúa: no hubo mujeres conductoras fallecidas en más de una década, pero sí como acompañantes. El 40% de los motociclistas fallecidos no usaban casco.
En paralelo, se detecta un pico de muertes entre adultos mayores, especialmente en el rol de peatones. El informe sugiere reforzar los exámenes y campañas dirigidas a jóvenes conductores, en lugar de focalizar únicamente en adultos mayores.
Uno de los rasgos más inquietantes del informe es que el 70% de las muertes viales suceden en zonas de baja densidad poblacional, muchas veces con características de entorno rural. Estas áreas, con menos control y mayor circulación a alta velocidad, son un campo fértil para choques, atropellos o despistes.
También hay un dato de infraestructura que interpela: el 90% de las víctimas murieron en calles asfaltadas, y el 63% en avenidas. Es decir, no es el ripio el enemigo, sino el pavimento sin control.
Choques frontales
El choque frontal encabeza la lista de mecanismos de muerte (35%), seguido por atropellos a peatones (28%) y pérdidas de control del vehículo (24%). La receta es conocida: exceso de velocidad y falta de control.
Reducir la velocidad máxima a 50 km/h en avenidas y 30 km/h en calles, como recomienda el informe, podría disminuir hasta un 50% las muertes, según estándares internacionales. El problema es que, en Bariloche, la ley del más fuerte sigue imponiéndose en el espacio público.
Con una tasa de 50 muertes viales por millón de habitantes, Bariloche se ubica por debajo del promedio nacional (96), pero aún muy por encima de ciudades como Buenos Aires (34) o grandes urbes europeas. El informe señala que, con políticas sostenidas, la ciudad podría reducir un 50% sus víctimas fatales para 2030, en línea con los objetivos de la Organización Mundial de la Salud.
Recomendaciones que pueden salvar vidas
El informe de aMUn propone una serie de medidas concretas:
- Reducción real de velocidades máximas y diseño vial que las haga cumplir.
- Intervenciones de calmado de tránsito, como rotondas, chicanas y cruces seguros.
- Más infraestructura para peatones, ciclistas y transporte público.
- Reforzar la formación y educación vial en menores de 35 años.
- Implementar un observatorio vial municipal con datos sistemáticos y análisis multidisciplinario.
- Transformar rutas peligrosas en avenidas urbanas con regulación del espacio.