Es venezolana, fue torturada en El Helicoide, escapó de su país y la persiguieron hasta Bariloche
Esta es la historia de Dulce, una mujer comprometida con los valores democráticos que padeció lo más oscuro de un régimen que se perpetró hasta nuestros días. Su testimonio en Radio Con Vos Patagonia.
Son las decisiones las que mejor permiten conocer de qué está hecha una persona. Especialmente en los momentos límites, aquellos que marcan un antes y un después en el transitar -incluso- una etapa que terminó por ser un punto de quiebre para todo un país. Este es el caso de Dulce Bravo, una venezolana que percibió el peligro en el que se sumergía aquella Nación que, hacia finales de los ‘90, decidió abrazar las ideas del por entonces presidente Hugo César Chávez Frías.
El discurso de Chávez permanece grabado en la memoria de Dulce. Desde el año 1996, cuando el teniente coronel se encontraba tras las rejas luego de participar de un intento de golpe de Estado en 1992, y antes de ser indultado, anunciaba la cacería que mantendría contra sus enemigos políticos. Algo que ella vivió en carne propia y que le dejó cicatrices que la acompañan hasta nuestros días.
Dulce nació en Caracas y vivió en Venezuela hasta el 2013, cuando aprovechó una distracción y abandonó el país en el que habían nacido sus cinco hijos. La decisión no fue fácil, pero estaba tomada: viviría para sostener su lucha por la libertad y contar al mundo las atrocidades que el régimen le aplicó por el hecho de pensar distinto.
Pero toda historia tiene un comienzo. En los estudios de Radio Con Vos Patagonia, Dulce se remite al año 2002. Por aquel entonces era un ama de casa dedicada a su familia y a su comercio. Había quedado viuda hace poco y era el sostén de sus pequeños hijos. Aquella situación no le impidió mantenerse atenta a lo que estaba sucediendo y que “se venía algo muy muy feo para el país y que había que hacer algo como sociedad civil”.
Rápidamente encontró que otras mujeres compartían la misma preocupación. Estaban convencidas que se acercaba “algo turbio” para sus hijos y sus nietos. Esa corazonada las llevó a involucrarse con los llamados “grupos disidentes” en la plaza Altamira, donde un grupo de militares -activos y retirados- se reunieron para pronunciarse contra el gobierno de Chávez. Tan solo un año después comenzarían sus capítulos más oscuros.
Dulce todavía recuerda el mensaje que Chávez había dado para sus adversarios políticos: “él decía que los iba a poner a todos en una plaza pública y los iba a fusilar. Eso a mí me hacía mucho ruido”. Lejos de ser una desafortunada frase, las amenazas fueron creciendo hasta que golpearon su puerta, en la ciudad de Valle de la Pascua. “Las personas que lo estaba siguiendo eran personas amenazantes, que te perseguían, que empezaron a hacer mucho odio y una guerra contra los civiles que estábamos allí. Algo que nunca antes se había visto porque podías estar en cualquier partido político y decir tus opiniones y bueno, listo, se acabó la campaña, todo el mundo se dio la mano y todo el mundo se hizo amigo nuevamente, pero veíamos que ahí lo que estaban haciendo era una división dentro de la familia”, recordó.
Para ella, fue clave la estrategia del gobierno que se embanderó en la revolución bolivariana: “es el manejo de la psiquis del pueblo y tratar de darle con algo popular, sembrando el odio y la discordia”, al punto de lograr que muchos de sus compatriotas se convirtieran en criminales.
Aun así, Dulce y ese grupo de 60 mujeres, que luego fueron muchos más, convencida que el pueblo unido podía hacer grandes cambios en el país. Con el correr de las semanas el comentario se esparció como “bola de nieve” y una de sus marchas logró convocar a dos millones de personas. Ese fue el punto en el que decidió ocultar su identidad, para resguardarse ella misma y su familia. El siguiente paso fue tomar contacto con el politólogo Vasco da Costa, quien luego moriría a causa de las torturas que padeció. Antes había mantenido una lucha contra el comunismo en Latinoamérica, habiendo visitado Ecuador y Perú, entre otros países. Fue ese hombre quien les enseñó por qué el chavismo no era un sistema democrático y hacia dónde se dirigía el socialismo venezolano.
El secuestro
El horror se personificó el 8 de mayo del 2003 cuando salía de una de sus reuniones en la plaza Altamira. Mientras caminaba a la estación de subte, un auto se detuvo a su lado, bajaron tres hombres que pusieron algo en su nariz y perdió la consciencia. Al despertar ya se encontraba en una habitación, con el torso desnudo y con las heridas que provocaron quienes escribieron amenazas en sus senos y el abdomen. También le habían insertado drogas para mantenerla despierta pero con capacidad de responder a las consultas y las fotografías que le fueron mostrando. Fueron nueve horas las que estuvo privada de su libertad hasta que, sin más para quitarle, la dejaron desnuda frente a una iglesia para que la encontraran. El caso fue dado a conocer por sus propios secuestradores, quienes convocaron a los medios de comunicación y a la policía. El mensaje tenía que llegar a los disidentes.
“Lo que pasa es que creo que soy muy rebelde. Y cuando me dicen cállate yo hablo”, dijo acerca de su participación en los grupos que opinaban distinto al gobierno y el aviso que le habían hecho llegar para que se detuviera. Luego de su recuperación, que incluyó terapia con un neurólogo, volvió a la plaza Altamira. Un año después la historia se repetiría.
El segundo secuestro del que fue víctima ocurrió el 10 de mayo de 2004. Pero esta vez no fueron civiles, sino una policía organizada por el propio gobierno. Pero esta vez no atravesaría aquel episodio en soledad, porque junto a ella estuvieron el politólogo Vasco da Costa y otros compañeros. Fue durante un allanamiento en una casa. ¿El delito cometido? Conspirar contra el gobierno al publicar textos en internet para mostrar lo que sucedía en Venezuela.
“Llegaron 21 comandos, todos vestidos de negro. Subieron por el techo, por las ventanas, por todas partes. Reventaron rejas y puertas. Nos sacaron a los golpes”, comentó acerca del paso previo a ser trasladada a La Tumba, más conocido como El Helicoide, donde se asentó el Servicio Bolivariano de Inteligencia.
“Estuve allí, sufrí violación, golpes electricidad, de hecho hoy estoy pagando las secuelas de todo esto estoy perdiendo la audición”, lamentó visiblemente afectada por los recuerdos que llenaron sus ojos de lágrimas.
El Helicoide
Su estadía en La Tumba se prolongó por 15 días. Era la única mujer del grupo que fue emboscado. Todavía con los golpes en su cuerpo, y sin espacio para mujeres, la encerraron en una habitación de nueve metros cuadrados a oscuras y, totalmente incomunicada, solo recibía una ración de comida por debajo de la puerta.
Los actos de tortura que soportó en ese lugar formarán parte de un libro que, asegura, está escribiendo. También habrá un capítulo sobre el proceso al que fue sometida ante un tribunal militar, aún siendo una civil. No era para menos. El propio Ministro de Defensa, José García Caneiro, había ordenado su captura y la había declarado de “alta peligrosidad”.
“Yo no manejo armas, lo único que manejo son mis pensamientos y que no me quedo callada la boca”, repite a pesar de que entre tantos golpes le sacaron de lugar la mandíbula e incluso fue sometida a violaciones. “Me hicieron tragarme una muela. Describirlo es realmente sádico, sí, es imposible comprender semejante locura”, recordó.
Mejores recuerdos le trae su paso inmediato por la cárcel militar, donde no sufrió golpes y solo la mantuvieron sin contacto con el exterior. Los guardiacárceles tenían la orden de no hablarle. Todo a la espera del juicio en su contra. En ese proceso la vincularon a los “paracachitos”, una agrupación paramilitar que había llegado desde Colombia para derrocar a Chávez. Esa versión la expuso a una pena de 40 años de cárcel pero, su decisión de prestar testimonio, y el apoyo de los que estaban afuera pidiendo su libertad terminaron por dar vuelta una sentencia que parecía escrita de antemano.
Un faro llamado Argentina
Una cirugía de columna fue la excusa perfecta para ganar tiempo y abandonar su país. A sus hijos le habían avisado que en caso de entrar al quirófano no la volverían a ver porque afuera la esperarían los agentes del gobierno. Es por eso que en 2013 la condujeron hasta el aeropuerto más cercano, con una prohibición de salida sobre sus espaldas, y lo próximo fue su llegada a Buenos Aires. “No quise hacer nada en el momento que yo llego porque lamentablemente había un gobierno muy amigo de Venezuela”, recordó acerca de la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.
La idea había sido de una de sus hijas que se había mudado a España. En tierras ibéricas conoció a un barilochense con el que decidió criar a la hija de ambos en la Patagonia. Ese fue el motivo para llegar hasta el Nahuel Huapi: sentirse un poco menos sola en la paz que ofrecen los bosques cordilleranos.
Pero Dulce no se sentía del todo segura. Es por eso que a pesar del paso del tiempo recuerda el consejo que le dio su amigo Vasco da Costa: “las primeras seis horas que a ti te secuestran son las más importantes para que no te maten. Tus familiares tienen que armar todo el escándalo que puedan y garantizar que ganes horas de vida”.
En Bariloche el tiempo comenzó a sanar algunas heridas. “No me di cuenta que venía a la libertad hasta que tenía una semana acá”, explica Dulce mientras en Venezuela su caso permanece archivado y listo para ser retomado en cuanto pise esa tierra. Es por eso que, junto a la llegada de un gobierno que ha declarado al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, y ha rechazado la última elección presidencial por estar viciada, decide romper con el silencio.
En los próximos días, Dulce va a prestar declaración ante una Corte y así aportar pruebas de lo que vivió en su país. Con eso se esperanza en poder acompañar a los otros tantos testimonios que luego serán llevados a un tribunal internacional.
Aun así, todavía se mantiene alerta. Es que estando en Bariloche, un hombre simuló estar interesado en los productos que ofrece y a ella algunos modos le resultaron familiares. Entonces lo confrontó al punto que fue advertida: “venimos haciéndote un seguimiento, acá no podés hablar de política, acá no podés expresar lo que te pasó, porque apenas lo hables vamos a ir por ti”. La próxima semana retomará su militancia por la libertad de sus compatriotas sometidos a un régimen dictatorial que lleva un cuarto de siglo en el poder.
*La entrevista completa: